El tercer artículo dedicado a Brad Mehldau y también publicado en la revista Más Jazz, es un ensayo con respecto a la vena más romántica que el pianista ha llevado y lleva a cabo en su carrera discográfica.
BRAD MEHLDAU: EL PIANISTA ENAMORADO
Hoy en día no cabe la menor duda de que el pianista americano Brad Mehldau, es uno de los músicos más avanzados a nivel musical que hay en el panorama jazzístico actual. Mehldau ha trabajado muy duro desde sus inicios, para labrarse una carrera musical diferente y diferenciada del resto de músicos de su generación, y ello lo ha conseguido a través de un proceso de asimilación de diversas fuentes musicales procedentes del jazz, de la música culta (clásica), del pop y del rock. Mehldau ha demostrado desde los inicios una gran habilidad hacia el enamoramiento con otras músicas, circunstancia ésta que le ha servido de aprendizaje como músico o simplemente como parte de su propia vivencia musical.
A lo largo de su ya dilatada trayectoria discográfica, Mehldau ha exhibido una gran maestría para tejer un lenguaje y un sonido extremadamente avanzado, en donde la combinación de géneros musicales tan heterogéneos le ha proporcionado un estilo interpretativo donde se entremezclan conceptos armónicos, con una utilización de ideas melódicas muy libres. Al tomar prestado de diversos géneros, Mehldau ha entendido y se ha hermanado con conceptos musicales como el romanticismo del siglo XIX, provenientes de músicos como Brahms, Beethoven o el mismo Chopin. Brad Mehldau es un romántico. El pianista aseveró este carácter de una forma categórica en las notas que acompañaban en la carpetilla del compacto Elegiac Cycle (Nonesuch, 1999), al afirmar de forma textual: “a menudo recuerdo una conversación con mi amigo Evan. Él me habló de un viejo profesor suyo que mantenía que el Romanticismo nunca ha muerto, que algo como el punk-rock fue una natural progresión de la romántica idea del artista, con su habilidad para expresarse él mismo independientemente”. Para acabar señalando más adelante: “por que yo soy probablemente un desesperado romántico”. Pero el término romántico o romanticismo Mehldau no lo utiliza en el sentido “ñoño” del vocablo, sino con un carácter sentimental y emotivo. El trabajo en solitario, Elegiac Cycle, es un manifiesto a favor del romanticismo, a favor de la pasión y de la afectividad, todo ello expresado a través de pensamientos elegíacos, en donde las composiciones expresan en determinados momentos un sentimiento de dolor y de melancolía, pero así mismo es la búsqueda de una nueva concepción sonora e interpretativa, con una especial subordinación de la forma con respecto a la idea. Es una grabación con un valioso rédito intelectual, pero a la vez intenso, emotivo, sentimental y con una concepción y calidad de ideas que provienen de diversas fuentes y diversos campos La aparición de esta trabajo conllevó uno de los discos a piano solo más introspectivos y de una mayor búsqueda sonora y de un concepción musical desde la aparición de los famosos conciertos en solitario de Keith Jarrett. Esta manifiesta tendencia clásica con los años se ha ido amplificando y proporcionando proyectos de la calidad de Love Songs (Nonesuch, 2006), con la mezzo soprano Renee Fleming, ciclo de canciones sobre poemas de Rainer Maria Rilke y Louise Bogan, o Love Sublime (Naïve, 2010), con la cantante sueca Anne Sofie Von Otter, un trabajo con dos compactos bien diferenciados, el primero estructurado sobre poemas de Sarah Teasdale y musicados por Mehldau, y un segundo basado en un repertorio de temas clásicos y modernos.
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Ilustración de Brad Mehldau (Copyright de Jorge López de Guereñu) |
Pero a parte de esta clara influencia de la música clásica que el mismo reconoce de forma explícita en las notas de sus grabaciones y en la gran cantidad de escritos que ha llevado a cabo, hay otra manifiesta e importante influencia en la música de Mehldau; es la procedente de la música pop y rock. Este influjo es apreciable tanto en su discografía como en los conciertos en directo que ofrece, con independencia del formato en que los lleva a cabo, ya sea en dúo, trio o a piano solo. Brad Mehldau ha pasado por la enseñanza de algunos de los mejores pianistas como Fred Hersch, Junior Mance o Kenny Werner, lo que le ha permitido recabar un excelente bagaje musical anclado en la gran tradición del jazz (Coltrane, Monk, Miles Davis) así como en la tradición del piano (pasando por Bill Evans y llegando hasta Keith Jarrett), lo que ha ido combinando con sus intereses musicales, muy especialmente en el repertorio de Radiohead o de The Beatles. Esta influencia por el grupo británico la puso de manifiesto en su disco The Art of The Trio, Volume 1 (Warner Bros, 1997), una grabación con un título bastante ostentoso y que siempre se la ha criticado, y donde ya interpretaba una deliciosa lectura del tema “Blackbird” de The Beatles, donde el tema flota de forma sensual a lo largo de toda la interpretación con ciertos aires funky y notas gospel. Resulta curioso que mientras otros pianistas se esfuerzan de forma denodada por parecer modernos, Mehldau suena completamente natural y espontáneo, y ello por si sólo, ya es moderno. Esta influencia pop y rock es ensanchada de forma más notoria en el disco The Art of The Trio, Volume 3, Songs (Warner Bros, 1998), al interpretar dos temas con fuerte calado rockero, “Exit Music (For a Film) de Radiohead y “River Man” de Nick Drake, ejecutado este último de forma muy sofisticada y apoyado en todo momento por una fuerte línea melodía; en el compacto The Art of The Trio, Volume 4, Back At The Vanguard, (Warner Bros, 1999) donde interpreta de nuevo el tema de Radiohead y en The Art of The trio, Volume 5, Progresión (Warner Bros, 2001) el cual contiene una fantástica y brillante versión del tema de Nick Drake “River Man” (una interpretación mucho más larga que la llevada a cabo en el Vol. 3 de la serie). Con la interpretación de estos temas Mehldau demuestra un detalle importante, y es que puede extraer la esencia de una composición y convertirla en jazz, sin importar los orígenes de la misma.
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Ilustración de Brad Mehldau (Copyright de Jorge López de Guereñu) |
Pero la grabación que supuso un punto de inflexión a nivel musical en su carrera discográfica fue el proyecto Largo (Nonesuch, 2001). Este compacto fue una grabación interesante por diversos motivos: era la primera vez que Mehldau grababa con un grupo más amplio que su formación habitual en trio (algunos músicos procedían del rock como los bateristas Matt Chamberlain y Jim Keltner); Mehldau toca el vibráfono en un par de temas; era la primera vez que utilizaba una gran cantidad de efectos sonoros y de recursos propios de otros estilos musicales y ajenos al jazz; el trabajo se encontró muy “producido” y en el mismo se percibe un aire muy pop (influencia que provino principalmente de la aportación del reconocido productor Jon Brion, no sólo con la producción como tal, sino también colaborando a la hora de escribir los temas y en la interpretación de instrumentos). El resultado de todo ello fue un trabajo muy experimental y muy amplio estilísticamente, con una concepción sonora muy cercana al pop no sólo por el repertorio escogido (algunos temas de The Beatles como “Dear Prudence” y “Mother Nature´s Son” o como el tema de Radiohead “Paranoid Android” y otros temas compuestos para el mismo), sino por la utilización de acentos armónicos a veces muy simples trufados de ritmos y texturas pop, en donde la sección rítmica juega un papel importante y donde Mehldau se aleja de su interpretación más lírica y romántica, para aproximarse a una ejecución más racional y cerebral. Con ello Mehldau demuestra que para él los parámetros menos jazzísticos (provenientes del pop y rock) le son válidos para su concepción tanto estilística como musical.
Esta concepción estilística y musical que se señala, Mehldau la ha ido ahondado y perfeccionando a lo largo de los años tanto en la formación de trio (junto a Larry Grenadier y Jeff Ballard), en dúo (en las colaboraciones con Pat Metheny y los discos grabados frutos de la misma, Metheny & Mehldau –Nonesuch, 2006- y Metheny & Mehldau, Quartet -Nonesuch, 2007-), como en los recitales a piano sólo que ofrece a pesar de las escasas grabaciones oficiales que ostenta en su discografía (el último y más reciente el estupendo Live in Marciac -Nonesuch, 2011-), todo y que existe una buena cantidad de discos piratas (bootlegs) que atestiguan esta tendencia. Todo lo señalado confirma que la buena música se encuentra en muchos estilos musicales, valorando Mehldau en su justa medida la calidad de los compositores contemporáneos (tanto del pop como del rock); lo que viene a demostrar que aprovechando de forma inteligente la reamornización de los acordes, el uso perspicaz de las melodías y el manejo del ritmo para fines diversos se puede transformar composiciones muy variadas y de procedencia diversa, en potenciales y creativos temas de jazz. Algo parecido intentó llevar a cabo Herbie Hancock en su trabajo discográfico The New Standard (Verve, 1996) en donde reversionaba temas de Peter Gabriel, Stevie Wonder, Sade, Paul Simon, Prince, The Beatles o Kurt Cobain. También hay que señalar que es más que lógico que en el ADN y en la educación musical del pianista americano, haya crecido con unas fuentes musicales mucho más actuales (provenientes del pop y el rock), lo que irremediablemente hace que “beba” de fuentes musicales que les son muy próximas y muy conocidas, y que sin duda alguna sirvan de inspiración o creación.
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Brad Mehldau (Foto de Carmen Llussà) |
El último gran proyecto en el que Mehldau vuelve a arriesgar a nivel musical, es el ambicioso disco Highway Rider (Nonesuch, 2010). Es su primer disco grabado con una orquesta de cámara compuesta por 23 músicos y donde explora su pianismo con las repercusiones de esta orquesta de cuerda y diversos instrumentos de viento (tres cornos franceses, un oboe y un fagot), más la presencia de dos bateristas, el añadido de Joshua Redman y la sección rítmica de su trio. Este trabajo que se encuentra de nuevo producido por el productor de pop Jon Brion, consta de una suite orquestada y compuesta por el propio Mehldau de quince piezas en donde se combinan partes orquestales, secciones en formato de quinteto, cuarteto, trio y dúo. El espejo en donde se mira este proyecto (a nivel estructural e instrumental) es en una obra del compositor alemán Richard Strauss llamada Metamorphosen (en castellano Metamorfosis), una composición para veintitrés instrumentos solistas de cuerda (la composición utiliza como motivo principal un pasaje característico de la Marcha Fúnebre de la Tercera Sinfonía de Ludwig Van Beethoven, y en donde destaca el uso de sonidos graves). Mehldau busca habitar en el lenguaje armónico que contiene la pieza de Strauss por su exquisitez musical, según entiende él, por la economía de medios utilizados y por la perfección expresiva tanto a nivel armónico como melódico. Todo esto lo intenta conseguir a través de una faceta que a lo largo de los años ha ido emergiendo lenta pero segura, la composición; toda la música de Highway Rider esta íntegramente compuesta por el pianista, y en ella es posible encontrar un buen número de idiomas musicales: la tradición musical europea, la tradición musical americana, la proveniente de la música culta europea, el flamenco, planteamientos jazzísticos e influencias tanto del pop como del rock. En esta obra es posible comprobar como cohabitan musicalmente mundos tan dispares, pero tan bien avenidos. Mehldau ante este laboratorio de ideas se encuentra extremadamente cómodo, por las posibilidades estilísticas que le ofrece, pues no nos encontramos ante un grupo de músicos que hacen jazz acompañados de una orquesta de cuerda, sino todo lo contrario, ante una música heterogénea pero homogénea a la par, como por ejemplo en el tema que da nombre al trabajo, “Highway Rider”, que es ejecutada en trio (como baterista Matt Chamberlain) con un fuerte sustrato rítmico pop muy acusado y uniforme que sirve de base para los desarrollos pianísticos muy clásicos de Mehldau, muy activo con ambas manos (especialmente la izquierda). Esta heterogeneidad es más fácil observarla en el segundo compacto de este trabajo, donde encontramos ciertos momentos de tensión creativa entre la orquesta de cuerdas, las participaciones sonoras de Jeff Ballard y Matt Chamberlain (doble batería) y las aportaciones solistas de los músicos, como por ejemplo en el tema, “We´ll Cross The River Together” y “Always Returning” o en el tema aflamencado “Capriccio”. También hay espacio para los temas más jazzísticos, como el tema interpretado por su trio en “Into The City” o en cuarteto “Come With Me”. En definitiva Highway Rider participa de ciertos elementos musicales semejantes al compacto Largo propiciados por el encuentro de diversos mundos musicales, pero muy especialmente del jazzístico proveniente de Mehldau y del pop por parte de Jon Brion, pero sin dejar a parte su ascendencia con la música clásica, principalmente el trasvase de ideas del mundo jazzístico hacia al clásico y viceversa, modalidad que se verá ampliada, perfeccionada, estudiada y experimentada, gracias al anuncio llevado a cabo en la primavera pasada por el Carnegie Hall de Nueva York, al conceder a Brad Mehldau (y ser el primer músico de jazz en conseguirlo) la Richard and Barbara Debs Composer´s Chair para la temporada 2010-2011. Una plaza que ha sido ocupada por músicos de la talla y calidad de Pierre Bolulez, Elliott Carter o John Adams.
Todo lo apuntado muestra a un músico preocupado por la relación con otros estilos musicales pero muy especialmente enamorado en la simbiosis de los mismos, así como su aportación tanto a nivel intelectual, musical como estilística. Con Mehldau no cabe ninguna duda que nos encontramos con el músico total, en el sentido más amplio de la palabra.
AGRADECIMIENTOS: Dar las gracias por la colaboración de Jorge López de Guereñu al ceder las ilustraciones de Brad Mehldau para acompañar el presente texto.